Da igual que haga frío o calor para visitar la playa de Copacabana en Río de Janeiro. Pero con la llegada del verano –y los termómetros ya empezaron a marcar aquí los 40 grados–, esta ciudad se transforma (de diciembre hasta febrero) en el paraíso de los festeros y de la música al aire libre.
Una de las nuevas atracciones son los ensayos de la Orquestra Voadora, un grupo instrumental que se presenta por las calles para el Carnaval con uno de los programas preferidos de los cariocas. La orquesta se reúne cerca del Museo de Arte Moderno, en el parque del Flamengo, los domingos antes de la puesta del sol. Los ensayos son abiertos y, aunque no se les hace mucha publicidad, son un genial adelanto del Carnaval.
Las tradicionales feijoadas con samba también empiezan a multiplicarse por la ciudad. La feijoada de Tia Elza, por ejemplo, se celebra los sábados en el Centro Cultural Carioca del barrio del Horto, en Lapa. Otros dos sitios muy especiales para los amantes de esta combinación brasileña son el Boteco Salvação, en Botafogo, y la Casa Rosa, en Laranjeiras, que suelen estar llenos –de turistas y cariocas– todos los domingos de diciembre. La música empieza siempre a las 17h.
Los conciertos al aire libre también se propagan estos días. En la playa Pedra do Leme hay conciertos programados en enero y febrero, dentro del proyecto On the rocks. En el parque Garota de Ipanema, en la playa del Arpoador, empezó ya el Verão Skol, con conciertos los martes a las 18h. Todos son gratuitos.
No es difícil encontrar donde seguir la fiesta en esta época del año. El Rio Jazz Club –para los que no sepan, hay música mas allá de la samba en la ciudad– pasa a ser quincenal en estas fechas. Y en enero comienzan los esperados festivales de música de verano, como el Verão do Rio y las Noites do Morro, en el morro da Urca, con las vistas más turísticas de la ciudad y un paseo en el teleférico del Pan de Azúcar. Imperdibles.
EL PAIS